Hace tiempo se reconoce mundialmente que el desperdicio de alimentos es un problema generalizado. Organizaciones como la ONU han definido como un pilar estratégico la reducción del desperdicio de alimentos a la mitad para 2030, el Parlamento Europeo aprobó en 2012 una resolución para disminuir a la mitad el desperdicio en la UE para 2025, y el gobierno de Estados Unidos declaró que busca reducirlo en un 50% para 2025. Así, países alrededor del mundo se han alineado en esta estrategia para abordar un problema que puede resultar difícil de dimensionar. Según la FAO, estamos hablando de 1.300 millones de toneladas de residuos alimentarios que se generan cada año en todo el mundo. Para dar una idea, esto es equivalente al peso de 22,5 Murallas Chinas, 197 presas hoover, o 130.000 torres Eiffel.

Y es que el desperdicio de alimentos es evidentemente un problema de ineficiencia en el uso de los recursos, con fuertes implicancias éticas si consideramos que 795 millones de personas padecen de hambre en el mundo y que este nivel de desperdicio es responsable del 6% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Con estos números sobre la mesa, no quedan dudas. Reducir la merma es bueno para el planeta. Pero no está demás mencionar que el desperdicio también equivale a pérdidas de alrededor de 680 mil millones de dólares en los países industrializados y de 310 mil millones en los países en vías de desarrollo. El impacto económico sería un tercer motor para movilizar esfuerzos globales.

Desperdiciar alimentos es literalmente botar recursos a la basura. Sin embargo, para los retailers, la gestión de la merma tiene efectos que van aún más allá. Cada vez que un producto expira o es retirado por pronto vencimiento, los retailers enfrentan pérdidas directas por merma de productos que afectan los resultados finales de su negocio. Esta situación se puede prevenir manteniendo bajo stock de los productos en cuestión, evitando excedentes. No obstante, esto abre una disyuntiva con respecto las pérdidas de venta por falta de disponibilidad de producto. Ya hemos visto en blog anteriores el efecto de una góndola incompleta en el proceso de compra del consumidor . No tener stock, trae consigo el riesgo de perder la venta o al cliente por completo. Un escenario poco favorable para cualquier comercio que busca satisfacer las necesidades de sus consumidores. Así, llegamos a un punto fundamental: la experiencia del cliente, que se ve afectada en caso de no encontrar los productos que busca. Al mismo tiempo, la experiencia de compra también será perjudicada al encontrar productos caducados en la góndola o al comprar productos que expiran pronto, sin saberlo.

Así, el impacto económico que tiene la merma para los retailers se puede ver desde distintas perspectivas: la pérdida directa de productos, la pérdida de venta potencial y la pérdida por experiencia del cliente. Finalmente, la complejidad se encuentra en el balance: tener el stock y ejecución en tienda apropiados, tal que permitirá satisfacer la demanda y expectativas de los consumidores, pero evitando la pérdida de productos. ¿Cómo pueden enfrentar este desafío? ¿Qué herramientas hay disponibles?

En primer lugar, optimizar el proceso de proyección de demanda. La precisión en la proyección es esencial para contar con la cantidad correcta en el lugar y momento adecuados. Hoy, el mercado ofrece diversas soluciones para optimizar la gestión del inventario, apoyado con I.A. y sistemas de aprendizaje como Machine Learning para adecuarse a factores como la estacionalidad, clima, vacaciones, eventos y promociones, entre otros.

La proyección de demanda es particularmente relevante para los productos perecibles, abundantes en supermercados y tiendas de conveniencia. Estos productos son los más complejos de gestionar dado que el inventario está estrechamente relacionado con la caducidad de los productos y su posible expiración. Para evitar la merma, los retailers pueden adelantarse utilizando análisis preventivos de expiración. La evaluación toma en consideración el tiempo de vida del producto, rotación promedio y fechas de compra, entre otros, para señalar cuando algún producto tiene riesgo de vencer.

Con la velocidad del mundo del retail, probablemente una alerta de pronto vencimiento no será suficiente para una gestión efectiva. Un task manager cierra el ciclo, apoyando a la operación tienda y fomentando la acción directa para la obtención de resultados. Una de las mayores ventajas de utilizar este tipo de tecnología es que el personal en tienda podrá visualizar de forma rápida y clara los productos que debe revisar por riesgo de expiración. Al mismo tiempo, se asegurará la ejecución de alguna solución en el acto, como el retiro de productos expirados de la góndola o la implementación de un descuento para aumentar la rotación. Además, al ser una herramienta digital, se obtiene trazabilidad en tiempo real de la gestión realizada y los resultados.

Cuando los retailers se proponen reducir el desperdicio y la merma de productos, todos ganan. Se mejoran los resultados de sostenibilidad y responsabilidad social, los clientes encuentran los productos que desean (y no se sorprenden con productos expirados en la góndola), y los márgenes se ven beneficiados. Gracias a los nuevos desarrollos tecnológicos, los retailers tienen amplios espacios para empoderar a sus organizaciones y mejorar sus resultados.