Fuente original: https://theconversation.com/

Los supermercados del Reino Unido han eliminado las fechas de consumo preferente de miles de productos alimenticios frescos en un esfuerzo por reducir el desperdicio de alimentos.

Una de las principales cadenas de supermercados, Sainsbury’s, está sustituyendo estas etiquetas por un mensaje sobre el producto que dice «la ausencia de fecha ayuda a reducir el desperdicio».

Las manzanas, los plátanos, las patatas, los pepinos y el brócoli se encuentran entre los alimentos más desperdiciados. Solo con la eliminación de las etiquetas de «consumo preferente» de estos alimentos se reducirá el desperdicio en unas 50.000 toneladas al año.

En Australia se producen 7,6 millones de toneladas de residuos alimentarios al año, unos 300 kg por persona. Alrededor del 70% de lo que se bota sigue siendo comestible. ¿Por qué no se sigue el ejemplo del Reino Unido?

A algunos les preocupa la seguridad de los alimentos. Pero en Australia se utilizan dos tipos de etiquetas de fecha: «consumir preferentemente antes de» y «consumir antes de». Las etiquetas de «fecha de caducidad» seguirían avisando de cuándo los alimentos ya no pueden considerarse seguros para el consumo.

Y los consumidores podrán seguir evaluando el estado de los productos frescos por sí mismos.

El desperdicio de alimentos tiene un gran impacto

El desperdicio de alimentos cuesta a Australia 36.600 millones de dólares al año.

Este desperdicio se produce en toda la cadena de suministro, incluyendo la producción primaria, la fabricación, la distribución, el retail y la hostelería. Sin embargo, los hogares producen más de la mitad de los residuos, con un coste medio por hogar de 2.000 a 2.500 dólares australianos al año.

En 2017, el gobierno australiano se comprometió a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030 cuando lanzó la Estrategia Nacional de Desperdicio de Alimentos.

Es un tema complejo, pero una solución sencilla podría ser seguir al Reino Unido y eliminar las fechas de «consumo preferente».

¿Cómo saber si los alimentos siguen siendo seguros?

El sistema australiano de etiquetado es bastante sencillo, pero muchos consumidores no entienden la diferencia entre «fecha de consumo preferente» y «fecha de caducidad». Esta confusión les lleva a tirar toneladas de alimentos que aún son aptos para el consumo.

En Australia, la autoridad reguladora Food Standards (Estándares de alimentos) ofrece orientación a fabricantes, minoristas y consumidores sobre el uso de las fechas en las etiquetas de los productos. Estas fechas indican cuánto tiempo pueden venderse y conservarse los productos alimentarios antes de que se deterioren o dejen de ser seguros para el consumo.

Los alimentos con fecha de consumo preferente pueden venderse y consumirse legalmente después de esa fecha. Estos productos deberían ser seguros, pero pueden haber perdido parte de su calidad.

Los productos con fecha de caducidad se consideran inseguros.

El proveedor de alimentos es responsable de colocar las etiquetas con la fecha en el producto.

Las diferencias en el envasado y el etiquetado de la fecha pueden ser sutiles. Por ejemplo, la lechuga que se vende suelta o en una funda de plástico abierta no tiene fecha de consumo preferente. La misma lechuga envasada en una bolsa cerrada sí la tiene.

El pan es el único alimento fresco que utiliza un sistema diferente con etiquetas de fecha de «consumo preferente» o «horneado para».

Algunos alimentos, como los enlatados y los que tienen una vida útil de dos años o más, no tienen que llevar etiquetas con fechas de «consumo preferente» porque suelen conservar su calidad durante muchos años. Normalmente, se consumen mucho antes de que se deterioren.

Los productores de alimentos y los retailers quieren mantener el statu quo del etiquetado, porque facilita la gestión de las existencias y fomenta la rotación.

El caso del envasado

Algunos envases se utilizan para separar los productos de marca, como las variedades de fruta protegidas por derechos de obtentor, los productos ecológicos y las gamas de verduras imperfectas. Una vez envasados, estos productos requieren una fecha de consumo preferente.

El envase de plástico puede aumentar considerablemente la vida útil de algunas verduras. En estos casos, reduce efectivamente el desperdicio de alimentos. Un ejemplo llamativo son los pepinos. La envoltura de plástico puede prolongar su vida útil de unos días a dos semanas.

Verduras como el brócoli y la coliflor contienen unos compuestos beneficiosos contra el cáncer llamados glucosinolatos. Los envases de plástico que sellan el gas especial los conservan durante más tiempo. Sin embargo, el exceso de cocción borra rápidamente este beneficio del envase.

¿Muerto o vivo?

La química de una fruta o verdura empieza a cambiar en el momento en que se recoge. Algunos tipos de productos, como los plátanos y las peras, se recogen pronto para que maduren en la tienda y en casa. Otros productos, como el maíz dulce y los guisantes, pierden rápidamente calidad y cantidad de sabores y nutrientes una vez recogidos. La congelación es una forma excelente de conservar estos productos.

Las frutas y verduras frescas siguen vivas. Sus células siguen llenas de reacciones químicas y actividad enzimática.

Por eso una manzana cortada se vuelve marrón. También es la razón por la que el gas etileno liberado por los plátanos y otras frutas puede acortar la vida de sus vecinos en el frutero.

Las patatas, uno de los productos que más se desperdician, se venden con fechas de «consumo preferente» cuando se envasan en bolsas de plástico. Pero si se almacenan correctamente, con poca luz y en una bolsa «transpirable» (papel o arpillera), las patatas se mantienen «vivas» y comestibles durante meses. Sólo hay que asegurarse de cortar las partes verdes, que contienen solanina tóxica.

Además de la actividad celular propia de los productos frescos, existe una actividad microbiana en forma de bacterias y hongos.

Afortunadamente, estamos equipados con una serie de sensores químicos evolucionados. Podemos sentir, ver, oler y saborear el estado de las frutas, verduras y otros productos. Confíe (y entrene) sus instintos.

Preguntas que hay que hacerse

Para reducir el despilfarro de alimentos, necesitamos una combinación de enfoques, como un envasado adecuado, un etiquetado sensato y la concienciación de los consumidores.

Lo ideal sería actualizar el Código de Normas Alimentarias de Australia y Nueva Zelanda para reflejar una visión más matizada de los alimentos frescos envasados.

A corto plazo, la concienciación de los consumidores y su poder adquisitivo son los mejores motores del cambio. Hágase preguntas como:

  • ¿Necesito un producto envasado?
  • ¿El envase mejora la vida útil?
  • ¿Compraría menos si no estuviera envasado?

Pensar en estas preguntas nos ayudará a reducir el impacto del desperdicio de alimentos.